Hans Kylberg, Bagarmossen, Estocolmo, Suecia.

A finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, las urbes expandieron sus áreas habitables, produciéndose un alto crecimiento. El aumento del número de habitantes y otros aspectos del desarrollo de las ciudades fueron creando condiciones intolerables para el medioambiente, como la acumulación de desechos y grandes tramos a cubrir por el transporte público, lo que se ha traducido en altos índices de contaminación atmosférica y otras externalidades negativas.

Hace algunos meses, junto a la Asociación de Oficinas de Arquitectos (AOA), tuve la oportunidad de viajar a los países escandinavos y conocer dos notables proyectos que nos invitan a repensar el rol de la basura como desperdicio y empezar a verla como fuente de energía.

El barrio Hammarby Sjöstad, en Estocolmo, Suecia, nace con la idea de renovación de un sector industrial contaminado y abandonado. Desde sus inicios en los ’90, es considerado el primer distrito sustentable de la ciudad. La idea fue crear un “circuito cerrado de metabolismo urbano” que implicó construir sistemas para procesar el agua, la energía y los residuos: cada vivienda tiene un proceso en que las aguas residuales se transforman en biogás y energía térmica. En tanto, los restos sólidos se convierten en abono y los edificios cuentan con paneles solares que abastecen electricidad y calefacción.

También está el caso de Copenhague, Dinamarca, que se ha comprometido con poner al ciudadano en el centro, haciendo que la sostenibilidad sea parte de su vida cotidiana. La bicicleta es el medio de transporte más utilizado y pretende ser la primera ciudad neutral en emisiones de carbono al año 2025.

Esta es una preocupación que debe ser asumida por todos los sectores de la sociedad y como AOA estamos avanzando en dirección a una industria de la construcción más sustentable por medio del programa Construye 2025, a través de la Estrategia Sustentable RCD. Esta iniciativa multisectorial busca promover la gestión sustentable de los residuos, enfocada en Economía Circular, con miras a que en un mediano plazo se desarrolle una industria más productiva, enfocada en edificaciones sustentables, que potencie el uso de nuevas tecnologías y que desarrolle productos, servicios y talentos de exportación.

Hacer un cambio profundo implica el trabajo en conjunto del Estado, los municipios, arquitectos, urbanistas, entes privados y públicos, entre otros, poniendo a la ciudadanía en el centro de la estrategia, porque sin nuestro compromiso los cambios sustanciales que necesitamos para mejorar nuestro medio ambiente, nuestra calidad de vida, no serán posibles.