La ciudad y el bien común: ¿estamos realmente interesados?
Por Pablo Larraín
Past President AOA
Publimetro.
Foto: La Tercera
Durante los últimos años, hemos observado un proceso conflictuado en la planificación y desarrollo de nuestras ciudades. Representantes políticos de todos los niveles y colores, ciudadanos agrupados y no, gremios, funcionarios ministeriales y municipales e instituciones públicas, por mencionar a algunos, se han sumado con demasiado entusiasmo y poca rigurosidad, base técnica, generosidad y visión de futuro a este campo de batalla. Cada uno de estos actores cree representar de mejor forma el bien común en este particular momento de nuestra historia y han ejecutado sus visiones en procesos llenos de voluntarismo, pero con perspectivas a veces muy personales.
El resultado, al día de hoy, es un amplio porcentaje de nuestro territorio urbano congelado o en vías de estarlo. El caso más emblemático es Valparaíso, que hoy se debate entre el desarrollo con un modelo que no genera iniciativas de cierta escala o seguir viviendo de los recuerdos de su glorioso pasado.
Pero el puerto no es el único: la mayor parte de las comunas de Santiago han crecido irregularmente y de acuerdo con la discrecionalidad del gobierno municipal. Ante este escenario, es importante entender de dónde vienen las exigencias que empujan a las autoridades locales a tomar acciones que, en muchas ocasiones, van en contra del interés de los mismos ciudadanos.
La complejidad de este fenómeno normativo se ve intensificada por la resistencia ciudadana. Las comunidades toman banderas de lucha que, en el mediano o largo plazo, afectan sus opciones para que puedan seguir viviendo en ese mismo territorio o que sus hijos lo puedan hacer. Por eso, es vital entregar a los habitantes un entendimiento completo de los procesos de encarecimiento de la vivienda por las acciones de restricción de constructibilidad.
El caso de las viviendas integradas de la Rotonda Atenas, en Las Condes, es icónico. Pese a la férrea oposición de la comunidad local, finalmente primó la visión del total de nuestra sociedad, ampliamente a favor del proyecto. Este fenómeno es conocido como Yimby (acrónimo que en español significa ‘sí en mi jardín’) y se opone a los postulados del famoso Nimby (‘no en mi jardín’) al velar por la promoción de iniciativas que traen beneficio a las ciudades en su conjunto.
Como puede desprenderse con facilidad, la pregunta sobre cuál es el modelo de ciudad que queremos implementar en el país y vivir como sus habitantes es una que nos toca responder entre todos. Si no la enfrentamos con fundamentos objetivos, visión abierta del futuro y disposición para entender del resto de las posiciones, este dilema quedará sin respuesta y seguiremos congelados; y la historia nos ha demostrado -en más ocasiones de las que queremos reconocer- que las ciudades que no se mueven hacia el desarrollo están condenadas a la irrelevancia.
Con 25 años de historia, nos hemos ganado un espacio importante para la representación de los arquitectos en el debate público y frente a la autoridad. Buscamos tener una voz nítida y respaldada técnicamente, queremos llegar con nuestro mensaje a la opinión pública, y ser capaces de construir una red amplia de vínculos con la sociedad.