Señor Director, 

en 2024 vivimos una realidad estremecesora: la delincuencia irrumpió con una violencia inédita en nuestra historia reciente. Estos delitos, tan brutales como impactantes, generaron en muchos una peligrosa “nostalgia” por un pasado en el que la delincuencia parecía menos violenta. Se ha hecho frecuente escuchar comentarios que idealizaban los tiempos de los lanzazos, los carteristas y los robos “sin mayor daño”

Como advirtió en su obra el sociólogo Zygmunt Bauman, “la normalización de lo inaceptable es la primera derrota de una sociedad ante sus problemas”. Anhelar los niveles de criminalidad de antaño solo perpetúa una resignación peligrosa y se corre el riesgo de alentar a nuestras autoridades a conformarse con bajar algunos indicadores, sin abordar las causas profundas del problema. 

El país, y en particular sus autoridades, deben entender que en 2025 la delincuencia, en cualquiera de sus formar, debe ser enfrentada con decisión, eficiencia y con medidas que ataquen tanto sus manifestaciones como sus raíces. De no ser así, nuestra convivencia continuará degradándose y nos llevaría a vivir, como alguna vez advirtió Hobbes, en un entorno donde el miedo constante nos arrebata nuestra humanidad.