Reconversión y adaptación de espacios para uno y otro fin, así como la flexibilidad y multifuncionalidad de los mismos, serán condiciones ineludibles y muy demandadas.
Es muy difícil predecir con algún grado de certeza cuáles serán las respuestas arquitectónicas y urbanísticas pospandemia, aunque, por supuesto, es posible, y necesario, además, aventurarse con algunas conjeturas, teniendo en cuenta que esos desafíos pueden ser muy diferentes según el nivel de desarrollo y cultura de países o regiones tan diversas como las que nuestro planeta y sociedad presenta. Ese es precisamente el desafío: imaginar, promover y construir ‘un futuro deseable’, no solo el probable.
Lo que es evidente es que el covid-19 aceleró ciertos procesos de transformación que ya estaban presentes en nuestra evolución, como también es claro que algunos no cambiarán mucho en su esencia. Yuval Noah Harari, historiador muy inspirador y asertivo, se pregunta precisamente eso: qué cambiará y qué permanecerá sin transformaciones sustanciales en el futuro poscrisis sanitaria. Somos los humanos la especie que por lejos mejor se ha adaptado a cambios radicales en nuestro planeta y hoy somos más fuertes y estamos mejor preparados que nunca antes en la historia para enfrentar una pandemia como la que actualmente nos azota y amenaza. Actualmente, la ciencia nos permite entenderla, desarrollar vacunas y tratamientos para luchar contra ella y finalmente, con toda certeza, nos permitirá vencerla.
Lo que no cambiará será nuestra vocación gregaria, nuestra necesidad de encontrarnos, abrazarnos y compartir, educarnos, divertirnos, sanarnos o compadecernos colectivamente, por esto la ciudad y vida urbana será siempre la respuesta más frecuente, aunque la calidad de vida de las concentraciones urbanas será más determinante que nunca, pues la distancia al empleo, especialmente para el que se puede desarrollar por medios digitales, será irrelevante o poco determinante. La ciudad, hasta esta pandemia, ha sido la solución y no la causa de las crisis sanitarias: el agua potable y alcantarillado han sido formidables aportes de las urbes a la solución de este tipo de problemáticas desde mediados del siglo XIX. La gigantesca aceleración de la digitalización sí que generará grandes cambios en nuestros hábitos de manera permanente y radical; eso se traducirá en una forma nueva de habitar y cohabitar en nuestros hogares, oficinas y forma de trabajar, educarnos, comprar y divertirnos en nuestras ciudades y territorio; el desplazamiento será cada vez más voluntario y menos imperioso, con gigantescos beneficios sociales y ecológicos.
RESPUESTAS ARQUITECTÓNICAS
Serán las sociedades, las ciudades, las empresas y los individuos mejor adaptados a esta nueva realidad quienes determinarán las necesidades que los arquitectos deberán interpretar y satisfacer desde ahora y con la respuesta que el diseño arquitectónico debe resolver; la flexibilidad y adaptabilidad multifuncional de los edificios y sus espacios, así como las capacidades digitales y tecnológicas de los mismos, serán factores determinantes, pues el trabajo a distancia se consolidará fuertemente.
Las casas se volverán más tecnológicas y mejor adaptadas al empleo a distancia; los espacios también serán más flexibles y su orientación será distinta, más dirigidos al encuentro creativo y colaborativo de las personas que al aislamiento y concentración como se ha promovido hasta ahora. Reconversión y adaptación de espacios para uno y otro fin, así como la flexibilidad y multifuncionalidad de los mismos, serán condiciones ineludibles y muy demandadas. El comercio ya cambió para siempre y los grandes espacios dedicados a él evolucionarán, incorporando cada vez más superficie al encuentro, la alimentación, diversión, cultura y deporte, para absorber las enormes superficies que liberó el comercio digital. La hotelería y turismo destinados a los negocios también se reducirán en magnitudes importantes, pero en compensación a ello, el turismo recreativo y vacacional será más fuerte aun pospandemia y también deberá sofisticar su oferta e incorporar las demandas de diversión y aventura en sus diseños. Como vemos, toda la sociedad y sus estructuras de funcionamiento requerirán respuestas arquitectónicas nuevas o evolutivas.
Cada vez que un arquitecto se enfrenta a un diseño, sabe que este no estará terminado y habitado antes de dos, tres o 10 años comúnmente y que será utilizado luego por otros 50 años más como mínimo, es decir, ‘para el año 2070’; suena lejos, pero lo estamos diseñando ahora, por eso siempre debemos proyectar para el habitante del futuro, no para el usuario del presente ni del pasado, tal como lo señalaba Frank Lloyd Wright hace 70 años: ‘El arquitecto debe ser un profeta, un profeta en el verdadero sentido del término. Si no puede ver por lo menos 10 años hacia adelante, no lo llamen arquitecto’.
Ignacio Hernández, past president de la Asociación de Oficinas de Arquitectos (AOA)
El mercurio
ÚLTIMAS NOTICIAS
Con 25 años de historia, nos hemos ganado un espacio importante para la representación de los arquitectos en el debate público y frente a la autoridad. Buscamos tener una voz nítida y respaldada técnicamente, queremos llegar con nuestro mensaje a la opinión pública, y ser capaces de construir una red amplia de vínculos con la sociedad.