En todo el país se aprecia el maltrato, agresión, mutilación, descuido y poco aprecio hacia los árboles de nuestras ciudades. Es incomprensible que estos organismos vivos, que acompañan nuestra vida urbana y nos proveen oxígeno, limpian el aire, dan sombra, frescura, colorido, flores, sean menospreciados y tratados como enemigos, precisamente por los beneficiados por ellos. En los lugares más vulnerables de nuestras ciudades es donde más se debiera apreciar su compañía.
Este desprecio por la vegetación urbana acusa una carencia en el alma de sus habitantes, pero, antes que nada, una falta de cultura y de educación que necesitamos corregir con urgencia. A lo largo de toda la educación básica, media y universitaria se debe enseñar a la juventud a convivir con el mundo vegetal, a quererlo, cuidarlo y respetarlo.
Es la forma de erradicar este flagelo y también de preparar a las futuras generaciones para que inculquen, desde el interior de cada familia, un tan necesario amor por los árboles y por la naturaleza que nos acompañan como un regalo, especialmente en la vida urbana.
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