¡El clima cambió!
Por Julio Poblete, arquitecto socio de DUPLA y director de la AOA
Publicado en La Tercera, el lunes 12/12/ 2011
Es una verdad tan simple y radical como la que se resume en este encabezado, pero que, sin embargo, gran parte de la población y de las autoridades asumen como algo que está sucediendo afuera, en otro lugar, o que simplemente se trata de algo en proceso que les tocará resolver a otros. Un fenómeno equivalente a las glaciaciones, que no logra remover conciencias ni cambiar formas de actuar. Las convenciones y conferencias mundiales mal llamadas -creo yo- «por el cambio climático» también llevan a una equívoca percepción de la urgencia de tomar medidas.
En los últimos días hemos conocido hechos relevantes que ilustran el fenómeno dentro de nuestro territorio. Cuatro serían los más relevantes: los peligrosos índices de radiación UV en meses de octubre y noviembre, acompañados de altísimas temperaturas propias de enero o febrero; la emergencia hídrica y dramática escasez de agua que viven las regiones Tercera, Cuarta y Quinta, un déficit de agua superior al 30% respecto del promedio histórico en el sistema nacional de embalses, y finalmente la constatación realizada por científicos del Cecs de Valdivia que cuenta del retroceso del glaciar Montt en Campo de Hielo Sur, cuyo acelerado derretimiento lo lleva a retroceder un kilómetro al año.
El llamado no es a «ser verdes», sino mucho más básico aún: «Seamos razonables». Abordar la problemática del cambio climático global dejó de ser una parada verde para científicos sofisticados o ambientalistas radicales. Es algo que nos llama a cambios de actitud a todos y cada uno de los habitantes de este planeta. Es por ello que la solución al tema no pasa por definiciones paliativas sectoriales ni a nivel de reglamentos, sino a poner sobre la mesa nuevas políticas integradas sectorialmente que generen los incentivos para ese cambio.
Recuerdo con patente claridad el texto conocido como el Clean Air Act (Ley por el Aire Limpio), ley federal estadounidense que abordó a nivel nacional y multisectorial el problema de la contaminación atmosférica. No era una ley del Ministerio del Medio Ambiente, o del MOP, o del Minvu, o de Salud; era una ley nacional que empaquetaba y coordinaba el accionar del Estado en todos los sectores asociados con la problemática. Creo que la modernización del Estado está fuertemente vinculada con el enfoque de las políticas y el espectro de acción de las leyes que aprueba nuestro Congreso. Una «ley del cambio climático» debiese incluir, por ejemplo, políticas de transporte público sostenible, criterios de desarrollo urbano a nivel nacional, incentivos para el uso eficiente del agua, modificaciones a los estándares de pavimentación (hoy 99% impermeables), manejo alternativo de aguas lluvias, establecimiento de zonas climáticas para fijar propiedades a las áreas verdes públicas (igual como se incorporó la norma térmica en la Ley de Urbanismo y Construcciones), etc.
Lo que nos toca vivir hoy se ha venido cuajando por años, por una lógica mundial de business as usual. Los cambios sociales toman tiempo y pasan, sin duda, por ajustes en la educación y generación de «nuevas conciencias». Hagamos algo ahora… ¡El clima cambió!»
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