¿Qué podría decir que ya no se haya dicho de nuestro socio y amigo Ernesto Barreda? ¿De qué obra podría hablar que no esté allí como testimonio de su arquitectura creativa y del trabajo en equipo que caracterizó su relación con nosotros sus socios y con varias generaciones de arquitectos que estuvieron cerca de él? ¿En cuál de sus pinturas, dibujos o esculturas podríamos decir que se manifiesta su personalidad y su talento?
Lo primero: no se ha dicho que nunca dejó de trabajar y que tuvo rigor y fuerza para establecer en su trayectoria una marca de excelencia pocas veces vista. Al mismo tiempo, fue respetuoso y generoso en compartir con otros sus conocimientos, anécdotas y buena memoria, haciendo del trabajo en el taller un caminar en conjunto que siempre reconoceremos y agradeceremos.
Lo tercero: en todos sus cuadros estuvo siempre su genialidad expresando su adaptación a las épocas y contextos que le tocó vivir. Se reconoce en ellos la madera y clavos de portones y postigos españoles, los magníficos y exuberantes jardines de Bomarzo o del Boboli, las actitudes decadentes de una sociedad que no reconoce ni acepta los cambios de los tiempos, la espiritualidad de su búsqueda en lo místico de la vida, muerte y resurrección de Jesús, las figuras de mujeres y hombres llenos de pudores o dolores que están en sus esculturas imperecederas de bronce fundido y el encuentro consigo mismo en la representación de sus amigos y familia en cada una de ellas.
Recorriendo los edificios en los que participó activamente, vemos la mano de Tito en todos ellos. Los tiempos modernos lo marcaron pero también los tiempos pasados. Barreda era Virreinal y así se sentía. Su arquitectura no podría haber sido así de no reconocer él esta dimensión de sus antepasados peruanos en un presente vivo y cambiante. Fue un ciudadano del mundo, recorrió cuanto país podamos nombrar y en edificios como el Hotel Sheraton de Santiago, el Hotel Hyatt, el edifico Financo en el barrio de la Bolsa o el Paseo de la Villa en Providencia, es evidente esta multiculturalidad que lo invadía.
Con su socio de más de 60 años Sergio Alemparte los unió el amor por la obra bien hecha, ambos hicieron de su oficina un equipo perdurable en el tiempo y formaron a cientos de Arquitectos entre ellos a sus socios menores como Manuel Wedeles, Amalia Barreda y yo, que fuimos ingresando a la oficina a través de estos años.
Es en agradecimiento a este legado y al privilegio de haber trabajado con Ernesto Barreda es que escribo este merecido homenaje a su persona y a su obra que están ahora en medio de nosotros para siempre.
Yves Besançon Prats
Socio de ABWB y Past President AOA
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