Punto de vista “Día Mundial del Urbanismo”
Por Klaus Georg Benkel
Socio AOA
Socio Director BL Arquitectos
Cada 8 de noviembre se celebra el Día Mundial de Urbanismo. Se trata de una iniciativa del ingeniero urbanista argentino Carlos María Della Paolera, instaurada el año 1949 para realizar una celebración de solidaridad entre todos aquellos empeñados en el humanitario propósito de “organizar bien para vivir mejor”
El urbanismo es, según Wikipedia, el estudio de cómo los habitantes de áreas urbanas interactúan con el entorno. Existe una amplia variedad de teorías y enfoques para el estudio del urbanismo, y en su conjunto, estudia las relaciones socio-económico-ambientales que tiene lugar dentro del fenómeno urbano. El urbanismo no es un campo exclusivo de los arquitectos: en este campo actúan geógrafos, ingenieros, ingenieros de transporte, sociólogos, economistas, ecólogos y otros profesionales. Si el estudio del urbanismo detona configuraciones físicas del espacio público hablamos de Diseño Urbano, y cuando termina en instrumentos técnicos y normativos, de Planificación Urbana.
Las ciudades están hoy en el banquillo de los acusados como las causantes del consumo de hasta 80% de la energía producida en el planeta y escenarios de grandes problemas demográficos y sociales. Paradójicamente son también la mejor y más eficaz herramienta para solucionar esos mismos problemas si se desarrollan de una forma sostenible.
Si bien el urbanismo tiene como rol instaurar diseños o medidas que mejoren la calidad de la vida de los ciudadanos, la complejidad del fenómeno de las ciudades actuales de alguna manera ha hecho de que se pierda de vista a las personas, tratándose muchas veces a las ciudades como unos organismos con vida propia, donde hay que ocuparse de los flujos, de los sistemas y de los recursos, y dónde los habitantes son sólo un número o un insumo más, alejándose de aquella idea de “organizar bien para vivir mejor”.
A partir del surgimiento de la Arquitectura Moderna se intentó producir un quiebre con la historia (Para dar cabida justamente a la Modernidad) y se instauró la idea de una “ciudad nueva” totalmente planificada y zonificada según usos: las zonas residenciales, los sectores industriales, las zonas comerciales, las zonas de oficinas y trabajo y los parques. Estas ideas racionalistas promovidas entre otros por Le Corbusier y el CIAM (Congreso Internacional de la Arquitectura Moderna) se generalizaron alrededor del mundo y muchos de sus conceptos aún están insertos en los actuales Instrumentos de Planificación Urbana.
El urbanismo “moderno” tuvo la oportunidad en levantar varias ciudades planificadas desde cero, siendo uno de sus resultados más notables Brasilia: La nueva capital del Brasil, situada sobre la meseta central del país fue ideada por el urbanista Lucio Costa y construida en un tiempo récord en los inicios de la década de los 60. Sus principales edificios son obra de Oscar Niemeyer. Con una arquitectura excepcional, la ciudad nunca funcionó como realmente se imaginaron sus creadores, y hoy es más un símbolo de la Arquitectura Moderna y un monumento histórico (de hecho es la única ciudad del siglo XX declarada Patrimonio Histórico y Cultural de La Humanidad por la Unesco) que una ciudad, desplazándose la “vida” a las ciudades satélites que crecieron en forma más o menos espontánea alrededor de Brasilia para acoger a los trabajadores que construyeron Brasilia, y que, según lo planificado, no tenían cabida en esta capital.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, y a partir del trabajo de estudiosos como Jane Jacobs, Christopher Alexander, Kevin Lynch, Aldo Rossi, Colin Rowe, Robert Venturi y Jan Gehl, entre otros, el urbanismo se ha alejado de estas posiciones más sistémicas y/o minimalistas para volver a colocar a las personas, su historia, sus actos y sus medidas en el centro de la reflexión.
Si consideramos que las ciudades ocupan alrededor del 3% de la superficie del planeta para albergar a un 55% de la población del mundo, siendo responsable del 70% de las emisiones de CO2, pero a su vez generando un 80% del PIB global, podemos entender no sólo la magnitud del problema “urbano”, sino también el enorme potencial que tienen las ciudades como herramientas para “emparejar la cancha” y así poder habitar en forma segura, inclusiva, resiliente y sostenible nuestra Tierra.
s por ello que, a pesar de que mis simpatías van más por el “diseño urbano” que por el “urbanismo”, estoy convencido de que nuestro futuro depende en gran medida del adecuado trabajo de “todos aquellos empeñados en el humanitario propósito de organizar bien para vivir mejor”, por lo que con gusto nos unimos a esta celebración de solidaridad con todos ellos.
Plan Voisin, París, 1925. Le Corbusier de alguna manera entiende que sentarse en un café a la sombra de unos árboles es un acto de vida urbana, pero ni siquiera en su dibujo hay “ciudadanos” que se sientan cómodos en esta inmensidad.
*Las opiniones expresadas en la sección punto de vista son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento de la Asociación de Oficinas de Arquitectos.
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