Las exigencias ambientales y sociales obligan a los arquitectos a trabajar por la eficiencia y promover la participación.
Escuela Manuel Anabalón Sáez, de Gubbins Arquitectos, primer edificio Certificado CES. Foto: Marcos Mendizábal/Gubbins Arq.
En poco más de dos siglos la población mundial se ha multiplicado por siete y las personas se han concentrado en las grandes ciudades, donde tienen que compartir espacios y recursos. En ese contexto, el presidente de la Asociación de Oficinas de Arquitectos (AOA), Ignacio Hernández, valora la eficiencia energética, que no solo tiene un efecto sobre la economía, sino también sobre la salud.
«Respecto de Sudamérica, el país está bastante bien. Chile tiene criterios normativos que van hacia la sustentabilidad y eficiencia energética. La norma lo impone y los edificios públicos requieren una certificación, que será obligatoria», señala. Es que hoy aplicar criterios sostenibles en la arquitectura es clave. «El diseño desde el origen soporta buena parte de la responsabilidad en la forma y elección de materiales. La sustentabilidad, la eficiencia energética, el cuidado del medio ambiente tiene una dimensión ética», sentencia.
En esta línea, Alberto Texido, académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, explica que a la rentabilidad propia de los proyectos, se deben sumar dos variables: la ambiental —ahorro energético, aislación térmica y condicionantes propias para disminuir los impactos de los edificios— y la social, que desafía a la arquitectura a discutir sobre movilidad, integración social, impacto en el contexto y reconocimiento cultural de un proyecto, lo que implica un tipo de materialidad, de arquitectura, de tamaño de los edificios.
«Hoy la ciudadanía está más informada y activa discusiones sobre la calidad de los proyectos que impactan sobre la ciudad y los hábitats. Se extiende la necesidad de conversar con el diseño para incorporar arquitectura, sociología y etnografía para que los proyectos reconozcan sus complejidades», detalla Texido.
Por eso, la opinión de las personas es clave en el desarrollo de un proyecto y los arquitectos buscan que la disciplina no solo pennita la rentabilidad de una iniciativa, sino que también ponga en equilibrio las problemáticas del entorno. «La arquitectura chilena se ha instalado en el mundo con diversos reconocimientos, pero también tenemos una deuda con las ciudades que no están en ningún ranking sobre calidad de vida, dice el académico de la Universidad de Chile.
Revisa la nota publicada en La Segunda.
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