Su nombre estuvo en la terna para ganar el Premio Nacional de Arquitectura pero, en una decisión no exenta de polémica, el galardón fue entregado a su contendor, Cristián Castillo. “Ser reconocido por tus pares es algo que reconforta, pero no te transforma”, dice Cristián Undurraga, profesional de bajo perfil, con una sólida carrera en la que destacan edificios públicos y privados con un fuerte aporte a la ciudad, y una permanente búsqueda por generar arquitectura con sentido colectivo.
Ha viajado mucho en los últimos meses, aunque no es raro en su quehacer profesional. Primero porque desde hace 7 años hace clases en el Politécnico de Milán, trabajando en casos concretos de la ciudad de Mantova. Aunque declara que a veces su intensidad es poco sana, y el tiempo es escaso al involucrarse en todos los encargos de su oficina, ser profesor lo llena de energía en este “ejercicio de reciprocidad” en el que ambas partes ganan. “La labor del profesor es desarrollar en los alumnos avidez por conocer, por investigar. Una curiosidad por lo nuevo y por la historia, una capacidad de observar. La arquitectura se funda en la observación”, dice. Segundo, porque fue jurado también en Italia del premio de arquitectura sacra de la Fundación Frate Sole -él lo ganó en 2012 por la capilla de Auco-, que en versiones anteriores han recibido figuras como Richard Meier o Tadao Ando; y tercero, porque está desarrollando en Bogotá un barrio universitario en pleno centro para la Universidad de los Andes que, aunque recién va en la primera etapa, se adivina impresionante.
En tus proyectos hay un sentido social, un compromiso con la ciudad, ¿por qué?
—Ahí es donde se desarrolla nuestra vida y se debe entender como un bien de interés general. Es un deber de la arquitectura ir más allá del encargo particular. El cómo tu proyecto privado genera un bien público debiese ser una máxima para el arquitecto.
El, que tiene a su haber -con su oficina Undurraga Devés Arquitectos- obras tan emblemáticas como el Centro Cultural
Palacio de La Moneda, el Museo de Artes Visuales, el destruido Museo Violeta Parra, el barrio cívico que partió en 1995 con la Plaza de la Constitución y debiese extenderse hasta el eje Bulnes, es un convencido de que a Santiago le falta esa dimensión pública de encuentro. “Dignidad es para mí, como arquitecto, poner al ser humano en primer lugar, es crear las condiciones para que el sentido colectivo, propio de la vida urbana, aparezca. Es superar la lógica mercantil como principal motor del desarrollo urbano”.
Estuviste en la terna del Premio Nacional de Arquitectura y generó polémica la decisión del jurado.
-Ser reconocido por tus pares es algo que reconforta, pero no te transforma. Lo que cambia y, solo en cierta medida, es cómo las personas vuelven a mirar tus obras. El Premio Nacional actualmente lo entrega el Colegio de Arquitectos, no el Estado, a diferencia del de Arte, Ciencias, Literatura. Este premio gremial, más aún si tiene un compromiso con causas específicas, limita la amplitud y transversalidad de una decisión tan importante como esta. El premio deber ser a la arquitectura, no por género, filiación política o cualquier otro sesgo. Si no, el premio se devalúa. Creo que el Estado debiera hacerse cargo del tema atendiendo la dimensión cultural y la relevancia que tiene la arquitectura y la ciudad en la vida de las personas.
¿El Estado debiese comprometerse más con la arquitectura entonces?
-Sí. Hay un movimiento muy fuerte, especialmente de la generación intermedia, que reclama del Estado un mayor compromiso con la ciudad, que haya más concursos, que estos sean abiertos y menos burocráticos, que entienda lo que la ciudad significa como hecho cultural. Creo que el reimpulso de la Ley de Fomento de la Arquitectura, que hoy duerme una siesta en el Congreso, sería un legado notable del Gobierno para construir una mejor arquitectura y mejores ciudades. También el Estado es el responsable de resolver el déficit que actualmente arrastramos en materia de vivienda social.
¿Qué opinas de las declaraciones que hizo Cristián Castillo sobre la legitimidad de las tomas?
-Estoy en completo desacuerdo con lo que él propone. Las tomas son ilegales y no son el camino para la solución del déficit habitacional. Esto no admite ambigüeda-des. Ahora bien, no podemos segarnos frente a una realidad de frustraciones y carencias respecto al acceso a la vivienda de miles de familias. Nos debemos hacer cargo de esa realidad, pero no es a través de tomas y vulnerando el estado de derecho como vamos a resolverlo.
¿Qué rol debiese adoptar el Estado respecto al déficit habitacional y también los arquitectos desde sus propias prácticas?
-Debemos actualizar los instrumentos de gestión con que el Estado cuenta hoy para enfrentar el problema. Por sí solo no va a ser capaz de resolver el tema. Se deben generar condiciones e incentivos para una alianza público-privada, y un pacto nacional donde este tema sea prioridad. La vivienda es la base de la dignidad y los arquitectos hemos estado disponibles para contribuir a la solución.
Él mismo ha desarrollado vivienda social – en Huechuraba y Santa Rosa-, entre los múltiples desafíos que ha enfrentado. Ahora, además de la U. de los Andes en Bogotá, está retomando el proyecto del MAC de Valdivia después de 20 años y el Mercado de Temuco luego de 7. “Más que el premio, me haría feliz terminar todo lo que está pendiente”, dice.
Fuente: El Mercurio – VD
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