Cinco especialistas analizan las complejidades que la ciudad presenta a la fecha
Comercio ambulante, rayados, patrimonio, humedales, aguas lluvia y parques concentran la atención de los arquitectos y urbanistas. Llaman a la autoridad a generar nuevos planes o, incluso, reorientar el actual plan regulador comunal.
Concepción es una ciudad agradable para vivir. Si bien la recomendación puede venir desde muy cerca, es una frase que sí se suele escuchar de manera frecuente, sobre todo de quienes se han asentado por algún momento de su vida en urbes como Valparaíso o Santiago. Y a los que gustan de estadísticas, solo decir que el 37% de las personas encuestadas en el “Barómetro Imagen-Ciudad 2020” de Visión Humana califica con nota 6 ó 7 a la capital regional como mejor lugar para desarrollarse en lo personal y laboral. Un logro no menor dado a conocer hace poco más de un año.
Pero que una de tantas estadísticas o ese sentimiento acérrimo por Concepción -generalizado muchas veces por la población penquista- no nuble la razón, porque no todo es perfecto. Al hacer un “zoom urbano” surgen de inmediato falencias alarmantes que encienden la discusión y la preocupación de los arquitectos y profesionales de la materia que hay a nivel local. Todos, sin duda, desean una mejor ciudad. Algunos vislumbran como modelo a las grandes metrópolis internacionales, mientras que otros, entendiendo la realidad en la que se circunscribe Concepción, enfatizan la idea de resolver ciertos puntos clave, aquellas manchas que atenúan la belleza de un cuadro que tiene potencial.
EL SUR tomó contacto con cinco profesionales de la zona para analizar los aspectos críticos de la comuna. En el análisis proporcionado por estos hombres y mujeres de la academia y el mundo gremial destacan temas tan urgentes como el mal cuidado del patrimonio, el acaparamiento que hace el comercio ambulante del espacio público, la desaparición acelerada de los humedales, el abandono de parques, los rayados o la obsolescencia de la infraestructura de drenaje, inconveniente que se acrecienta en días de fuertes lluvias, como si en Concepción jamás haya llovido.
Caminar por el paseo peatonal de Barros Arana ya no es lo mismo que antes. No existe libertad para moverse de un lugar a otro porque de inmediato se viene encima una mesa con productos callejeros sin origen conocido. Al moverse hacia otro lado, aparece otra mesa, y así sucesivamente entre Castellón y Rengo, al menos. Dicha situación se vio acrecentada en pandemia, período marcado por una fuerte crisis económica que elevó la informalidad laboral. De hecho, la última tasa expuesta por el INE indica que esta alcanza el 27,3% a nivel país.
“En el centro de Concepción, efectivamente, se generó un giro post estallido social y pandemia, en donde el comercio ambulante (no establecido) se fue tomando Barros Arana y el espacio público, y esa calle tiene un propósito de paseo o de posibles actos urbanos masivos que se relacionan con el eje Bicentenario. Entiendo la necesidad de trabajar, pero a través del comercio ambulante se comienza a monopolizar el uso del espacio público. Eso se tiene que regular y recuperar”, enfatiza Miguel Nazar, director de Arquitectura de la Universidad del Desarrollo (UDD), sede Concepción.
Aunque el académico reconoce que este no es un hecho particular que compete a la Municipalidad de Concepción -entendiendo el conflicto económico nacional-, sí cree que debe haber un trabajo municipal que origine algunas directrices de orden para intentar formalizar el comercio ambulante o definir ciertas zonas para que esta actividad pueda dialogar con el resto del desarrollo del espacio público penquista.
En la misma línea, el presidente del Colegio de Arquitectos de Concepción, Claudio Arce, sostiene que hoy existe una visión equivocada en la actual gobernanza y planificación de la ciudad. El error de origen, advierte, está en que la planificación ha dejado de ser pensada desde una visión estudiada, integradora y de futuro como lo fueron los planos reguladores de Duhart y Goycoolea, o Baeriswyl.
“Ahora, la ciudad pareciera ser reactiva y llena de improvisaciones y descoordinaciones, que se notan claramente en el estado de abandono y descuido. Es algo que los penquistas ven, sienten y comentan cuando hablan de Concepción, particularmente sobre su área central”, plantea el profesional.
Cuenta que este abandono se palpa en el área de los paseos, los Tribunales de Justicia, en los microbasurales y “en este ambiente de ciudad lleno de ambulantes, de fachadas tapadas o de edificios como el de Caja Los Andes” que, además, “denotan aún más la falta de conducción de ciudad”. Por estos y otros temas, Arce enfatiza la necesidad de emprender una agenda activa de propuestas que interpreten a la ciudad como la genuina experiencia emocional de sus ciudadanos y no solo una respuesta funcional o de usos.
“Fundamental es definir el tipo de ciudad que queremos, su identidad y la experiencia emocional que nos debe provocar para luego plasmar estas ideas en un nuevo plano regulador, ya que el actual está tan parchado que no sirve, ni interpreta las necesidades actuales y menos futuras”, dice.
Más allá de las externalidades del comercio ambulante o los rayados, la docente del Departamento de Planificación y Diseño Urbano de la Universidad del Bío-Bío e investigadora del Centro de Estudios Territoriales e Interdisciplinarios (CETI), María Isabel López, indica que otro punto de preocupación a nivel urbano dice relación con el cuidado de los edificios patrimoniales. A su juicio, hay una deficiencia que se observa, por ejemplo, a la hora de centrar la atención en las fachadas de estos inmuebles y no en sus espacios interiores. Esto se refleja en antiguas estructuras ubicadas en pleno centro de la ciudad y que también albergan tiendas comerciales o servicios de comida rápida.
Según la académica, la debilidad que se expresa en la normativa y en la falta de incentivos para proteger estos edificios debiese resolverse, en parte, por medio de un cambio en el plan regulador, de tal manera de que esta herramienta requiera también una mantención y preservación del valor interior. Pese a todo, destaca el trabajo que se está logrando en casos emblemáticos como el Teatro Enrique Molina o el Mercado Central, lugares que por largo tiempo se han mantenido abandonados.
Hay una idea central que surge de los profesionales consultados: la relación de la ciudad con la naturaleza y las áreas verdes. Esta relación, dicen, es complicada y cada vez se torna más oscura, en el sentido del crecimiento exacerbado de microbasurales y del área inmobiliaria que amenaza a los humedales que siguen vivos en la zona. En el fondo, perciben una deuda.
Tanto Nazar como López dicen que es urgente replicar programas y planes de recuperación como los que se ejecutaron en el caso de las lagunas, aunque insisten en que para eso falta una mayor voluntad política y una visión en cuanto al desarrollo de la ciudad y a la incorporación de los humedales desde una lógica de conservación, “acción que repercute en instrumentos como los planes reguladores comunal y metropolitano”, según el académico UDD.
Por otro lado, advierten que la aplicación de la Ley 21.202, que protege a los humedales urbanos, ha sido deficitaria. “Se ha progresado, pero el problema es que en el caso de Concepción no se ve ningún humedal urbano que haya sido reconocido como tal, y eso es un problema, pues a estas alturas se ha perdido mucho (…) Preocupa que se demore el proceso de protección, y ahí recién hay que cambiar el plan regulador comunal, ya que hoy el instrumento permite edificación y zonas de acopio en sectores de humedales”, comenta María Isabel López.
Eso sí, la docente reconoce que se ha avanzado en la tramitación de los humedales Paicaví, Tucapel Bajo, Pichimapu y Estero Cárcamo. “Se ha progresado también en la presentación del municipio de los expedientes al Ministerio de Medio Ambiente para su declaración. Y por mientras se están trabajando propuestas de cambio de uso de suelo a área verde para evitar que sigan desapareciendo, pero todo esto es muy tardío y ya se ha perdido mucha superficie”, recalca.
Dentro de este ámbito un elemento que inquieta es el abandono de parques que, en su esencia, presentan un potencial enorme para contribuir al esparcimiento y al crecimiento de las áreas verdes.
María Teresa Rodríguez, académica del área de Diseño Urbano de la Universidad San Sebastián (USS), sede Concepción, es clara al presentar uno de sus diagnósticos: “El alcalde (Álvaro Ortiz) está renovando la Plaza de la Independencia, cuando debería generar nuevos parques. Por ejemplo, ¿qué pasa con el parque Andalién que está frente al terminal Collao? No pasa nada. Creo que no ha habido una estrategia o una política de dirigir la apuesta de la generación de espacios públicos, porque la ciudad ha crecido y se necesita no saturar el parque Ecuador”.
Ejemplos de abandono como este, asegura, hay muchos, por lo que el desafío está en saber enfrentar los problemas de diseño que los caracteriza y la conexión a pie que se requiere. Esto mismo ocurre con el parque Bicentenario, área que está escondida tras la línea férrea y que es utilizada en mayor medida en eventos de alta afluencia de público, según precisa.
“Nadie usa el parque porque es inhóspito al no tener límites claros. Ese borde es muy complejo , pues está muy mandado por la vialidad y no hay construcción de espacios públicos que hagan sentir segura a la gente”, dice la académica USS.
Mismo panorama presenta el parque Manuel Rodríguez. El deterioro de este sector, afirma Miguel Nazar, es una clara oportunidad para establecer parques lineales en Concepción, es decir, conectar los parques Ecuador y Rodríguez por medio de la peatonalización total de la calle Aníbal Pinto, o el soterramiento de la línea férrea para el caso del Bicentenario.
AGUAS PLUVIALES
Como parte de los desafíos urbanos que debe afrontar la ciudad de manera urgente también está el ejecutar un mejor mecanismo para dirigir las aguas pluviales. Así, al menos, lo cree Andrea Fernández, docente del Departamento de Urbanismo de la Universidad de Concepción (UdeC) y directora del Magíster en Procesos Urbanos Sostenibles.
“La infraestructura de drenaje y colección de aguas lluvias con la que cuenta la ciudad para este objetivo es obsoleta y no permite ni fomenta la absorción de aguas pluviales, con lo cual el colapso ocurrirá cada vez que nos enfrentemos a sistemas frontales con características de intensidad y que hemos visto muy malamente en diversas calles inundadas del centro de Concepción”, explica.
Añade que es vital revisar los instrumentos de planificación, sobre todo en atención al crecimiento de la urbe sobre ecosistemas naturales de importancia ecológica. “Las herramientas vigentes han invisibilizado las potenciales características naturales de estos cuerpos de agua”, dice.
De acuerdo a la docente, el objetivo es repensar la ciudad de forma integral, enfatizando el rol de los servicios ecosistémicos y la biodiversidad en la configuración del espacio urbano.
Los expertos dicen que el municipio penquista debe originar directrices de orden para intentar formalizar el comercio ambulante y definir zonas especiales. Una de las cosas que más lamentan los especialistas es la pérdida de superficie de humedales. Piden que se creen planes similares a los usados para recuperar las lagunas. Por Nicolás Álvarez Arrau
El Sur Concepción – Reportajes
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